Saludos lugartenientes vampíricos aquí les comparto otro capítulo de mi fanfic. Que lo disfruten!!!
Capítulo III
Las calles de Nosgoth, ¿había
más como nosotros?
Una vez
fuera del Santuario, mientras nos mirábamos y mirábamos el lugar siendo más noche,
Kain nos condujo sobre una especie de cueva, “digo especie, porque había partes
no techadas. No, era más bien un pasillo edificado por las montañas.” Llegamos
hasta un puente colgante, y debajo se escuchaba el rugir de las aguas, aguas
rudas. Sobre las montañas de enfrente, con pasillos también edificados, pendía
la luna gorda. “Esa fue la luna más bella que vi, ahora ya me acostumbre a su
luz”. No sé a qué se debía, pero observé que a la Luna la rodeaba un contorno
negro y pude verle también, la corteza empedrada, “tal vez exagero”. Liberaba
una luz potente y sin embargo era bien recibida por cada uno de nosotros. Me di
cuenta de que había cascadas alrededor de las aguas rudas, a su vez éstas alimentaban
a un enorme vórtice, “bueno, era entonces un vórtice joven”, que estaba en el
centro de todo ese paisaje. Pasamos el puente colgante que conectaba a una
plataforma casi sobre el vórtice, había más puentes colgantes: un al oeste,
otro al norte y otro al noreste. Pero antes de acercarnos a los demás puentes,
Kain se detuvo, al igual nosotros, en medio de las cascadas y casi en el filo
que daba al vórtice.
--¡Caballeros!—gritó
porque las aguas rudas hablaban más alto—Este lugar también absorbió todas las
aguas de Nosgoth porque se dio cuenta de que los humanos abusan de la nobleza
de sus aguas. Este vórtice se llama el Lago de los Muertos, quien sea arrojado,
o su torpeza lo arroja a sus fauces, alimentará su ira eterna. Estas aguas han
soportado tantos acontecimientos, si hablarán, nos contarían la realidad de
Nosgoth y de sus destructores y benefactores.—Hizo una pausa mientras miraba y
escuchaba el vórtice. Luego continuó a gritos. —Debo agregar que…quien me
traicioné alimentará la ira de este vórtice.
Continuó
caminando hacia otro puente colgante que conectaba con el del noreste. Cuando
pasé por encima del vórtice, sentí un tremendo escalofrío, como si algo muy
afilado me rasgase la espalda; “y como si algo me hubiese hablado…me pareció
escuchar una voz oscura que se quejaba.”
Llegamos
al puente colgante del noreste, Kain se detuvo de golpe, esperó a que todos nos
reuniéramos.
--Bien,
hasta aquí. ¿Ven esta laguna? Allá al fondo está una verja que lleva a la
Ciudadela de los humanos, se han resguardado ahí, los vampiros casi controlamos
todo.
--¿Hay más
como nosotros?—preguntó Rahab
--Sí, pero
no cómo nosotros. Somos de otro linaje, si así entiendes, y entienden. Los
otros vampiros descienden de otro más antiguo, no de mí, o no sé. Además soy
muy diferente a cualquier vampiro que puedan encontrar en Nosgoth. —Respondió
sonriente
--¿Cómo?
¿A usted no le dieron de beber sangre?—siguió Rahab
--Eso es
una larga historia, el momento lo permitirá, será en otra ocasión. Como les
decía, esta laguna nos impide pasar al otro lado.
--Sí, eso
es más que evidente. Entonces perdemos nuestro tiempo, ni siquiera hay un
puente de madera para cruzar. ¡Qué humanos tan tontos! ¡Cómo quieren vivir así!
¿Qué nunca necesitan salir de esa ciudadela?—reprochó Turel
--El tonto
eres tú por limitarte. Y no, rara vez puedes encontrar humanos por este lado de
Nosgoth. Nosotros no tenemos nada de limitaciones. Somos seres impuros pero no
desterrados de habilidades. —Contestó Kain soberbio—Contamos con habilidades
que a la vista de un humano son terribles. Podemos saltar grandes alturas, y de
igual forma soportar grandes alturas cuando queramos descender al suelo.
Incluso somos capaces de pasar inadvertidos como una niebla sin que los humanos
lo sientan, y entre otras cosas. Tal vez un escalofrío o un mal presentimiento
les recorra sus carnes, y sin embargo desconocen qué los rodea.
--Bueno,
si dices eso, ¿por qué no lo intentas primero?—lo desafió Zephon
Kain
sonrió ligeramente, pero algo molesto. Flexionó las rodillas, extendió los brazos
hacia los lados con las garras abiertas. Llevó el torso para atrás y así se
impulso, casi imperceptible, para llegar hasta a la verja. Soltó un gruñido muy
leve, también cuando se impulso se escuchó un ruidillo, como un clamo del viento.
Nos quedamos
en silencio por un rato. Todos teníamos los ojos atónitos, nadie sabía que
decir. De pronto se me vino un golpecito gélido que iba estallando rápidamente
en todo mi pecho, luego en el cuerpo. Kain era un monstruo, “es uno todavía”.
¿Qué era todo eso? ¿Y si estaba viviendo una pesadilla?
--¿De qué
se trata esto? ¿Qué cosa es ese tipo? ¿Nos quiere muertos o qué?—dijo en voz
baja Dumah, estaba también asustado.
--Es que
no sé qué pasa…Ese viejo es horrible, ¿ya le vieron esos ojos de lobo?—continuó
Rahab, de igual forma asustado.
--¡Este
loco es un hechicero!—estalló en gritos Zephon, mientras manoteaba para
hablar.--¡Es un demonio! Ustedes lo vieron. ¡Voló, el maldito voló!—se volvió
hacia nosotros, escenificando su miedo. —Es… ¡No tiene explicación! ¡¿Alguien
sabe cómo describir esto?! ¿Qué es él? ¿Qué es? ¿Por qué sabe tanto y nosotros
no? ¿Él es el dios de este tal “Nosgoth”? ¿Por qué lo seguimos? ¿Y si nos lleva
a nuestra muerte? Según él, ya estamos muertos. ¡Eso no es posible, o vives o
mueres en este mundo, no puedes ser vivo y muerto a la vez! ¿Si estoy muerto
cómo es posible que me este moviendo ahora mismo? ¡Él tipo es un hereje! ¡Es un
hereje!
--¡Ya
cálmate!—gritó Rahab
--¡Cállense
todos, me están poniendo de nervios!—respondió Turel
--¡Basta!—grité.
—Kain nos está esperando.
Todos me
miraron atónitos. Zephon lo hacía con altivez.
--A ver,
¿tú vas a llegar con Kain? ¡Hm! ¿Qué, también te dijo, antes que a nosotros cómo
saltar?
Le sonreí
a secas. Fijé mi mirada al frente y flexioné las rodillas, luego me impulsé y
creí volar. La briza se golpeaba contra mi rostro. Sin embargo, me sentía
ligero. Me pareció que hice un ruidillo cuando me impulsé, era como un gruñido quedo,
igual que Kain. Todo pasó muy rápido, pues ya estaba junto a Kain.
--Muy bien,
¿y los demás?—me preguntó
--No
sé…Estaban discutiendo, les da miedo lo que haces Kain. —le respondí en voz
baja. —Pero hay algo que me dice que tú escondes muchas cosas Kain. Ni siquiera
sé por qué te sigo. ¿Será por qué eres el único que te pareces a nosotros?—le
dije mirándolo fijamente a los ojos.
Kain sonrió
un poco, pero no por sorpresa, sino porque realmente le había dicho algo que le
irritó, algo que con el tiempo él lo revelaría o se revelaría. Se cruzó de
brazos.
--Entonces
hago bien en cuestionarme a cada momento de por qué los desperté. No, no, mejor
dicho, me pregunto si me arrepiento. Estamos a mano, ¿verdad?—me contestó con
un aire de decepción—Sé que harás un buen trabajo…En cuanto a saber de mí...
Kain se
detuvo, Dumah había llegado. Nos miró sorprendido, pero a la vez con sospecha,
como si tramásemos algo contra ellos.
--¡Ah!
Otro que ha creído en mí. —dijo Kain al lanzarme una miradilla de reojo
--Sí. Los
demás aún están “dudando”. ¿Cómo, si somos criaturas extraordinarias, no? Sé
que puedo hacer mucho, más que tú…--decía soberbio Dumah
--Raziel…--le
respondí de golpe
--Raziel
¡Mm, buen nombre para una criatura de relatos!
Kain lo
observaba como un encantador de serpientes que fracasa en sus actos, hasta me
pareció que se hizo inmune al veneno. La mirada de Kain liberó un aire
diabólico, “que estoy tan seguro que Dumah lo sentió”, y a la vez gélido, nos
dejo paralizados a ambos. Pero todo eso se apagó de pronto cuando los demás
llegaron.
--Muy
bien, espero que la próxima vez lo mediten menos, antes del amanecer. Frente a
nosotros yace está enorme verja. Parece imposible pasar al otro lado. Miren estas
amenazantes cadenas. Les he repetido varias veces que no somos como los
humanos, entonces…
Se acercó
a la verja y con sus enormes garras sujetó las cadenas, tiró de ellas y las
cadenas cayeron.
--No se
preocupen, los humanos son curiosos y estoy seguro de que arreglarán esto.
—dijo irónico
Abrió la
verja, que soltó un chillido. Todos nos mirábamos los unos a los otros, pensábamos
que alguien nos observaba.
--¿No es
la primera vez que hace esto, verdad? Porque alguien puede darse cuenta y
delatarnos, ¿o qué, todo está a nuestro alcance por ser vampiros?—exigió Rahab
una respuesta
--Ya he
hecho esto cientos de veces, creo que perdí la cuenta. Y sí, hay cazadores de
vampiros y algunos fanáticos de los será…Fanáticos religiosos que se encargan
de resguardar su raza. A mí no preocupa eso, pero ustedes aún son
neonatos…vulnerables, muy vulnerables a muchas cosas. Por esta razón,
caminaremos en las zonas más desoladas de la ciudad, donde abunda la envidia,
la lujuria, la gula y el ocaso de las mentes, además de que la vigilancia se
embriaga en las tabernas. Así que no deben atender nada de los humanos,
simplemente son criaturas nauseabundas y nada más.
Caminamos
por un túnel hecho de montañas, algo largo. Olía a humedad, o tal vez a todas
las travesuras que en el hacían. Me tapé
la nariz.
Al final,
había otra laguna que rodeaba una fortaleza. A la izquierda estaba un puente
que conectaba a otra parte de la fortaleza, parecía un pequeño castillo. Kain
repitió ese terrible salto para llegar a una callecilla de la fortaleza. No
obstante, al lado derecho yacía un guardia que hacía balance sobre una pata de
su silla, el casco le tapaba los ojos. Podría despertarse en cualquier momento
y nosotros nos congelaríamos hasta que Kain no entrará en acción.
--Kain…hay
un guardia y…--dijo Melchiah
--Sí, ahí
está, pero Kain ya nos espera al otro lado. Si gritas ese individuo despertará
y quién sabe qué pase con nosotros. —Respondió Dumah con un aire de ira.
--¿Y por
qué nos esperanzamos en Kain? ¿Qué nosotros no podemos hacer algo?—reclamó
Zephon mientras nos miraba a todos con sus manos en su cintura
--¡Vaya,
un valiente! ¡Bravo!—aplaudí entre risas. —Dime, Zephon, ¿tú lo matarás?
¿Matarás a un hombre? ¿Sabes lo que eso significa? ¿Sabes que al matar a un
hombre se necesitan de otros recursos?, y no habló de las armas o de tus manos…
--Tú
Raziel, tú crees que eres el poderoso después de Kain, sin que él mismo te haya
nombrado. Ni siquiera te has ganado su confianza ni la nuestra. —Se acercó
hasta quedar frente a mi mentón, era más bajo de estatura que yo, pero intentó
dominarme con su mirada entrecerrada. —Te crees muy listo, ¿verdad? ¿Por qué
despertaste y no moriste para siempre, Raziel?
Lo miré
con tanto odio, pude sentir ese odio en toda mi espalda porque un tremendo
calor me invadió. No pensaba en nada más. Podía realmente hacerle daño y yo
desconocería mis límites. ¿Qué era todo eso? ¿Un “Zephon” que me agredía cada
vez que se le antojaba? ¿Unas palabras que supieron dónde está mi ego, y que no
permitiría que eso se quedará así?
Mientras
más lo miraba una sensación a nauseas se intensificaba. Lo maldije muchas
veces, estaba seguro de que si esas maldiciones fueran físicas, lo destrozaría.
“Zephon, Zephon, nunca me has simpatizado y no lo harás”.
De pronto,
un viento frío me golpeó la cara y el pecho. Alcé la mirada. Desde ahí, la luna
podía contemplarse mejor, era enorme y brillante. Nos quedamos en silencio un
momento: escuchamos el siseo del viento, la
pasiva vitalidad del agua, unos ladridos de perro que medio se ahogaban
detrás de la fortaleza, el choque de cristales especiales para producir un
sonido armonioso con la naturaleza, y uno que otro canto de los búhos. Pude
percatarme de la horrenda palidez que teníamos, a excepción de Kain, su piel
era grisácea y muy ligeramente verde. Sentí miedo al ver a todos esos
blancuzcos cuerpos, se movían para ver la luna o tal vez advertir mi ira y la
asquerosidad de Zephon. ¿Realmente estábamos muertos? ¡Era una locura, una
terrible locura! Unos muertos vivos contemplando la luna como cuando estaban
vivos…Porque es imposible nacer muerto y vivir muerto, literalmente, claro. No
obstante, todo eso, la luna, los cristales, el agua, el viento, los búhos y los
perros, incluso mi ira y la asquerosidad de Zephon, tenían un sonido muy fino,
en el caso de la luna y el agua, se veían más que relucientes, estaban vivas,
más vivas que nosotros, y más que Kain. ¡Hermosa, hermosa escena! Perfecta
escena… ¿Cómo que vivir de sangre? Debo confesar que me excité demasiado cuando
bebí de la muñeca de Kain. Su sangre era líquida y espesa y fresca, creo que
cambiaría ese momento por esta escena. Sentí una caricia en todo mi cuerpo, una
caricia rápida, por eso bebía demasiado su sangre, porque la caricia que
producía, subía por mis piernas y llegaba hasta mi cabeza por unos instantes.
El sabor ferroso era de lo más candente, inflamaba cada rincón de mi cuerpo,
pero también por instantes, así que tuve que beber y beber esa dulce sangre.
Sí, me
había olvidado de Zephon. Caminé entre esos cuerpos que me miraban… ¡La tierra
era fría! Lo había notado. Debajo de mis plantas corría sangre, la tierra
abrupta dañó la piel de mis plantas. Pero esa sangre no me tentaba.
--Simplemente
no quiero que despierte ese hombre…--dije con voz queda
--El
maestro nos espera, mejor sigámoslo. —interrumpió Melchiah
--¿Maestro?
¿Kain?—reclamó Zephon
--Sí, nos
está enseñando esto de ser vampiros—respondió Melchiah
--Le
enseña a estos cadáveres—dije con un volumen más alto
Turel dio
media vuelta, torció su boca. Saltó y llegó con Kain. Lo seguí inmediatamente,
luego los demás. Kain no dijo nada al respecto.
--Esa
puerta de madera conduce directamente a las calles putrefactas de Nosgoth, más
al norte hay pulcritud y un poco más de libertad para las mentes. —dijo mientras
caminaba hacia la puerta de madera. Ignorando por completo al guardia. Con sus
pesadas garras, abrió la sólida puerta.
--¿Qué
acaba de hacer? ¿Y…y el guardia?—preguntó asombrado Rahab
--Pues
hagamos los mismo. Supongo sin hacer ruido—respondí
--¡Ah,
otra vez el sabio y sus silogismos!—interrumpió altivo Zephon
--¡Cuál
maldito silogismo!—grité
--¡Calla,
el guardia!—intervino Melchiah
--Si el
vampiro es como el viento, el viento es ligero, entonces los vampiros son
ligeros como el viento… ¡Ah, perdón!, no sabes de silogismos, sabio. —insistió
Zephon con mofa.
Tuve un
arranque de furia, empero, la pesada mano de Dumah sobre mi pecho, detuvo toda
acción mía. Pasamos con sigilo, sin dejar de mirar al guardia, quien rascó su
sexo.
Vi el
suelo, la puerta seguía abierta, era empedrado, sangraría aún más de mis
plantas. Había luces muy débiles. Nada de casas o edificios aún, tan sólo ese
camino empedrado.
--Antes de
seguir, ¿usted va ir así? Digo…--comentó Rahab cuando alcanzó a Kain.
--No,
Leandro ya me conoce. No me interesa si algún humano se congela al verme, soy
así: escalofriante.—respondió Kain con un aire diabólico
--¿Leandro?—quise
saber
--Es el
sastre.
--¿Le
ofreciste ser vampiro o por qué vas con tanta confianza?—le repliqué
Kain
sonrió algo molesto y no me respondió.
Seguimos
por ese camino, y poco a poco fueron apareciendo las casas, o más bien
casuchas, algunas tenían una manta como ventana. La iluminación de la luna
algunas veces se fortalecía y otras no, había casas altas. Más adelante
aparecieron negocios: una panadería, una casa de nodrizas, un curandero, el
herrero y el proxeneta, disfrazado de fonda. Empero, un pestilente olor nos
comenzó a golpear la nariz mientras avanzábamos. Era un aroma a suero de leche,
pescado y estiércol. Una que otra joven pasaba corriendo con cosas escondidas
entre los pechos o entre las enormes faldas parchadas. Kain parecía
indiferente, a pesar de que esas jóvenes quedaban perplejas al verlo, luego
corrían más. Dimos vuelta por la panadería, había un pasillo oscuro, pero a
mitad de este, resaltaba una luz en forma de diagonal. El olor a cerveza se
intensificaba cuanto más nos acercábamos. De pronto, de esa luz, salió un
hombre de andar muy flojo junto con una joven, quien seguía en zigzag el andar
del individuo. Pasaron entre risas a un lado de nosotros. Dumah no perdió de vista
los pechos alocados de la joven, quien estaba a punto de deleitar nuestra vista,
si esa blusa estuviese más floja. Kain siguió su camino, ni siquiera se percato
del delicioso momento.
--¿Pero a
dónde vas tan apresurado? La noche tiene más para ti—interrumpió otra joven de
corcel y cabellos lacios. Nos volvimos hacía ella, sin embargo, el mensaje fue
para Turel, quien atontado, no respondió a la joven. Se acerba marcando el
movimiento en sus caderas y mirándolo como si lo desnudase. Turel entre abrió
la boca: estaba hechizado. Creo que todos también. Tenía una cintura muy fina, “o
era el corcel”, podía verle la juventud en sus glúteos, que se sacudían cada
vez que ella se movía. Un cuello delicioso, igual que sus pechos relucientes.
Pude habérmele acercado y tocarle lo que me causara más tentación, pero Kain
terminó con mi placer de forma tajante, aunque la joven quiso hacerle lo mismo.
Kain le tomó la muñeca y con esos ojos terribles, provocó en la joven la acción
de abandonarnos y entrar en esa taberna de forma despavorida.
--Les dije
que ignoraran a las criaturas nauseabundas…Esas mujeres son más fácil de
encontrar que sus propias habilidades de vampiros. —exclamó.
--¿No te
gustan las mujeres? Ella es tentadora, deliciosa…--reclamó Zephon
--Sí, las
mujeres son bellísimas y bestiales, pero nuestra misión es otra. Si quieres
divertirte, adelante. Podrás venir luego con el sastre y hacer lo que
quieras—dijo Kain a secas
Seguimos
por ese pasillo. Adelante había una fuente, muy seca y con agua verdosa. La
fuente estaba rodeada de casas, de igual aspecto que las primeras que vimos.
Pero había una que tenía la puerta de color rojo. De pronto, pasó una joven
corriendo enfrente de nosotros y entró a la casa de puerta roja. Parecía una
fugitiva. Creo que vestía una bata con estrellas, las luces tanto de las calles
como de la luna, no ayudaban mucho. Kain se quedó quieto un instante y luego
siguió. Tocó en la puerta roja.
--¡Leandro,
soy yo!—gritó despacio
Luego de
unos momentos, dentro, escuchamos cómo se abría el cerrojo. Era la joven de
bata con estrellas. Una joven muy linda, de cabellos lacios y negros, o cafés,
no distinguí bien; algo voluptuosa, aunque más recatada, y le brillaban los
ojos cafés, de café claro.
--¿Está
Leandro?—preguntó Kain suavemente
--Sí, sí,
pasen—respondió la joven algo apresurada.
Su voz era
de tesitura suave y de tono grave, no, no, tono ni grave ni agudo; muy sensual,
más sensual que los pechos agitados de las otras dos jóvenes.
--¿Tú le
ayudas a Leandro?—interrumpió Rahab,
quien no había dejado de ver a la joven.
La joven
le sonrió y se retiró a un cuarto de enfrente. La casa era muy pequeña, tan
sólo éramos muchos para estar en la sala; despedía un olor a cuero y madera.
Del cuarto donde se metió la joven, salió un anciano, de rostro alargado y
triste, pero con un terrible delineado rojizo debajo de sus ojos. Se impactó al
ver a Kain, quien con su altura, casi tocaba el techo de la casa.
--Señor
Kain, ¿cuánto ha pasado?—dijo con una voz cansada
--No lo
sé, pero me da gusto verlo. —Le estrechó la mano al anciano, quien ya desde que
lo saludo, había extendido su escuálida mano. —Necesito que su experiencia haga
algo con estos símbolos. Quiero que estén bordados de color blanco, en tela
color rojo.
--¡Mm! Me
llevará algo de tiempo, pero espero que con mi asistente, se agilice esta
tarea. ¡Noelia, Noelia, ven, quiero que veas esto!—apenas pudo gritar el
anciano.
Salió de
ese cuarto, la misma joven, pero con un vestido que dejaba ver su linda figura,
y su cuello delicioso. Noelia, algo tímida, se acercó al anciano, ambos se
hablaban en voz baja los planes de su tarea.
--¡Noelia!
Tiene un hermoso nombre, no lo había escuchado…--dijo en voz baja Rahab
--¿Qué?...
Rahab, ¿verdad? Olvídalo, esta chica es mucho para ti. —contestó Zephon
--¡Ah,
pensé que los pechos que se agitan como el mar eran tus favoritos!—le respondió
a secas Rahab.
La joven
se percató de la mirada de Rahab, eso provocó en ella un espontáneo rubor en
sus tiernas mejillas. Creo que le sonrió ligeramente. Rahab respiró hondo,
había recibido una buena respuesta.
--La joven
es más seductora de lo que vemos. —Agregué—Espero que tengamos más trabajo para
el sastre, quisiera seguir hechizado por esa encantadora mirada. —le sonreí
desafiante a la joven
--¡Vaya!
Te despiertan primero y sabes todo primero, ¿por qué no me dejas primero
conocerla, Raziel? Seguro que las de la taberna son para tu criterio.
—respondió Rahab con enfado
La joven,
aparte de estar concentrada en las indicaciones de Kain y el anciano Leandro,
nos miraba de vez en cuando: hizo un pequeño estudio de nuestros aspectos. Así
que, Rahab, Zephon y yo, quienes nos percatamos de eso, lanzábamos miradas
seductoras a la joven.
--¡Mm!
Bueno señor Kain yo me encargaré de tenerle esto a tiempo…Estos trazos son
complicados—dijo Leandro mientras nos repasaba a todos, luego sonrió.--¿Son sus
hijos señor Kain?
--Sí, si,
por supuesto—respondió Kain apresurado. —Bueno, ¿aún contacta al curtidor?
--No, ya
murió…Hace unos meses. Esa enfermedad que le dio, nunca supe que era, sólo sé
que se le caía la carne. Lo aislaron después porque era contagiosa. —dijo
triste el anciano
--¿Hay
alguien que pueda hacer su trabajo?
--Sí, su
hijo sigue en su negocio. Aquí a dos casas está.
Kain
asintió. No dijo nada más, dio media vuelta y salió. Los demás lo seguimos.
Pero Rahab se despidió de la joven con una mirada que se alargó hasta la puerta.
La joven también seguía a Rahab.
--¡Rahab!—le
gritó Kain
--Estoy
seguro de que podría encontrar algo en ti…--susurró
Salimos de
esa casa. Otra vez el hedor a suero de leche, estiércol y pescado. La noche era
más fría, pero no llegó a molestarnos, “me parece que el estar muertos nos
había dormido varias sensaciones”…No sé, tal vez ya estábamos así, ¿qué tal si
estábamos vivos y Kain era un farsante? ¡Sí, estábamos vivos! Era imposible que
camináramos muertos. ¿Verdad?
Dimos con
unas enormes puertas vetustas de madera que dejaban una hendidura entre ellas.
No había ventanas. Sin embargo, un airecillo nos rosaba el cabello. Kain tocó
varias veces sin recibir respuesta.
--Vaya,
entraremos como sea—aseveró
En efecto,
empujo las enormes puertas con tanta fuerza que pudieron haberse hecho polvo.
Digo polvo por el estado de la madera. Adentro estaba tremendamente oscuro, sólo
veíamos nuestras sombras por la luz de la luna.
--¿Encendemos
una vela?—preguntó nervioso Dumah
--Deberías,
yo no veo nada aquí—intervino Rahab
--No, no
enciendan nada. Nosotros somos capaces de ver en la oscuridad, o en su caso, de
percibir el calor. —respondió Kain con un tono grave.
Él sí
avanzó entre esa oscuridad, Dumah y Zephon se resistían, yo seguí a Kain,
tratando de abrir del todo mis ojos. Luego los demás se adentraron. Ya no vi Kain. Me sentí de pronto en un
laberinto, o peor, ¿cómo andar en la oscuridad? Dijo que éramos capaces de
percibir el calor, no obstante, desconocía todo. No sabía que hacía en ese
lugar. Debí haberme ido, porque era un estorbo. No eran nervios lo que me
provocó esa oscuridad, sino más bien odio, odio contra mí mismo. Detestaba,
“aún detesto”, no entender nada de algo que comenzaba a aprender. Ese odio se
enraizaba a mis venas tan rápido que de verdad deseé salir de ahí y rendirme.
Empero, mientras charlaba conmigo mismo, percibí una ola tremenda de calor,
como si estuviese cercas de una chimenea, pero demasiado cerca para sentir cómo
el calor entraba en una capa de mi piel, luego en otra y otra hasta sentir
dolor, porque el calor se transforma en fuego. También percibí un olor raro, no
sé que era. Olía a carne y a sudor y…sangre, sí, a sangre con carne, humedad y
tierra. Escuché un gemido delicioso, “digo delicioso porque me atrajo de
inmediato”. Era un gemido de mujer. Creo que era una manta la que colgaba de
las vigas y tapaba lo que había escuchado. El gemido seguía y yo me acercaba
lentamente. Sentí la tierra en mis plantas, de manera que dejaba que también
entrara entre mis dedos, eso atrasaba mi paso. Estiré mi brazo hacía la manta,
“despacio, despacio…ya casi, despacio, que le quitas la magia, despacio… ¡Ahora!”.
Tiré de la manta, había dos cuerpos desnudos, uno sobre otro. Ambos soltaron un
suspiro.
--¿Qué
haces aquí? ¡Largo! ¿Por qué no tocaste la puerta bastardo?—exclamó un joven
con un parche en el ojo izquierdo.
La joven
que estaba ahí, se puso de pie tan deprisa que logré verle el cuerpo: escuálido
y con pezones como pechos. El individuo le insistía en que se quedase, ella
zafaba su mano una y otra vez hasta que el individuo la liberó. Pasó junto a mí
con la cabeza gacha y con una mano sobre sus labios.
--¡Estás
sordo! ¡Largo!—insistió el joven
--¿Tú eres
el hijo del curtidor?—le pregunté despacio
--¡Que te
importa! Acaba de irse mí…mí
--¿Amante?—le
dije alzando la ceja izquierda
Kain
llegó, me puso una garra sobre mi hombro. Entendí la señal.
--¿Eres tú
el curtidor?—le preguntó
--¿Qué
quieren? Estaba muy ocupado y aparecen de la nada. ¿Quieren mi dinero, mi
cuchillo forjado en Roma? Ahí está, tomen lo que quieran. ¿Quieren mis
posesiones? También son de ustedes, de todas maneras sé vivir al aire libre—estalló
el individuo
--Sí,
penetrar a una mujer exige concentración, y por ende tiempo. No obstante, toqué
varias veces a tu puerta y tú no atendiste mi llamado—dijo Kain con tono
seductor.
Pude darme
cuenta de que nuestra voz sonaba con más carácter, pasividad y sensualidad. Era
distinto el volumen de la voz de Kain al del individuo, esta no resonaba en las
paredes, a menos que gritase, y eso llevaría un terrible esfuerzo a la
garganta. Kain con esa serenidad parecía hablar con un mayor volumen, sin embargo,
no agujeraba mis oídos, sino más bien, entraba como el airecillo de las dos
enormes puertas, suave pero con presencia.
El
individuo continuaba hablando a regañadientes, mientras se vestía. Luego tomó
una vela, la encendió y eso iluminó un poco el lugar. Se quedó frío al ver el
horrible rostro de Kain. Luego me aluzó a mí. Sus ojos centelleaban tanto en el
rostro de Kain como en el mío. Entreabrió ligeramente los labios y suspiraba.
--¿Quién
eres?—preguntó tartamudeando
--Soy un
cliente que necesita de tus servicios—le contestó Kain con serenidad
--¿Por qué
eres así? ¡Ya sé, eres de esos que dice la gente! ¿Verdad?—se tragó un
suspiro—Yo no tengo nada más que esta casucha. No me alimentó bien. ¡Tengo tres
semanas que no como antes!
--Kain…--dije
--¡Por
favor, por favor no me lastime! Yo no tengo nada en contra de ustedes, es más,
los respeto como no tienen idea—decía el individuo con lágrimas.
--No
venimos a eso. Sabemos que eres un curtidor y mis…mis hijos necesitan de tus servicios,
¿puedes hacer tu trabajo?—alzó un poco la voz Kain
--Está
bien, de acuerdo. Yo soy el curtidor—hizo una pausa, pues las lágrimas le
impedían seguir—Mi trabajo es ese. Lo haré. Lo haré.
De pronto
se escuchó un ruido y luego el alarido de unas gallinas. Todos nos volvimos,
Kain cerró sus garras en forma de puño. El curtidor tomó una porra, advertí
cómo la alzaba.
--¿Viene
alguien más con ustedes? Díganle que se vaya. —dijo, queriendo ordenar.
De la
nada, la porra voló como una saeta y se incrustó en la pared de madera. Me
impresioné. Sin embargo, cuando miré a Kain, me di cuenta de que él fue quien
arrojó la porra a esa tremenda velocidad: algo brillante, verdoso y azulado
salía de su garra derecha. Luego se fue apagando como un siseo.
--Tú—me
dijo—Revisa si se trata de tus hermanos o de otra criatura. Y tú curtidor, ve
por tus herramientas y haz lo que te pido. —exigió Kain
A penas
iría a ver lo del ruido, cuando, entre risas, se aproximaron los demás.
--¡Ha,
Zephon tiene dos pies izquierdos! Piso una gallina y…--dijo Dumah entre risas.
--Silencio.
Ya que están todos, el curtidor traerá sus herramientas y les tomara las
medidas. Rahab, ve a cerciorarte de que el curtidor este cumpliendo lo que le
pedí.
Rahab
salió sin decir más y al cabo de unos minutos regresó con el curtidor, lo
sostenía del brazo como si lo fuesen a llevar a la horca.
--Mis
disculpas, usted no hará su trabajo si no tiene luz—agregó altivo Kain.
Pasó su
garra como en la habitación de los pergaminos, y de pronto todo se iluminó, igual a cientos de velas encendidas.
El
curtidor empezó con Zephon, luego con Dumah, Rahab, Turel, Melchiah y yo.
--¿Ve este
diseño? Así lo quiero—le dijo Kain
--Sí, sí,
claro—respondió temblando el curtidor.
--¿Estás
seguro Kain de ese modelo tuyo? Pues entonces no nos culpes si los senos nos
siguen—soltó Dumah una risotada.
Los demás
también estallamos en risotadas. Kain sonrió ligeramente, dejando ver un
canino.
--Me gusta
este modelo, y si, por qué no, la seducción siempre nos va a acompañar. Así que
debemos estar preparados.
--¿Has
tenido sexo alguna vez Kain?—le preguntó desafiante Zephon—Ya que has vivido
más que nosotros.
--Sí. Es
un encanto tremendo. Es delicioso, delicioso e insaciable, como la sangre.
—desvió su mirada Kain, como si recordase ese momento.
--¿Alguna
vez deseaste a una mujer pero nunca pudiste tocarla?—le pregunté con mis ojos
fijos en él.
Levantó su
mirada y la clavó sobre la mía, igual que sí hubiese visto su recuerdo. Miró a
todas partes y se cruzó de brazos, hasta que bajo la mirada.
--Fue hace
tiempo, mucho tiempo. La conocí en un momento idóneo para crear un imperio, mi
propio impero, y demostrárselo a ella. En fin, ¿ya terminó señor curtidor?
--Sí, ya,
voy con el último. –dijo con prontitud
Nadie hizo
una mofa o comentario respecto a lo de Kain. Sin embargo, dejé de lado eso,
pues un olor fresco y ferroso se había colado en el aire. ¿Era el curtidor? Si,
era el curtidor, cada vez que se movía ese olor ferroso se desprendía de sus
carnes. Pero había algo más, aparte de lo ferroso. Era fuerte, un olor fuerte y
no dulce como el del curtidor. Miré a los demás. Zephon estaba sangrando de su
pie, era una cortada tremenda, se desangraría en minutos. Pero Kain no le
tomaba importancia.
--¡Mm!
Estás sangrando Zephon—le dijo Rahab
--Es
mentira…
Zephon se
alteró, el curtidor le dio una venda, no obstante, la herida se cerró. ¿Cómo
era posible? Yo vi esa herida, no pudo
cerrarse así como así. ¿Qué clase de criaturas éramos? Le dirigí una mirada de
asombro, “lo sé porque yo mismo sentí cómo desprendía lo que se manifestaba en
mi mirada”. Entre abrí los labios, deseé que Zephon se desangrará, estaba
seducido por la sangre y si no era atendida esa necesidad mía, atacaría a
alguno de los presentes. Tal vez empezaría por Zephon, ¡ese bellaco!, luego
rasgaría el cuello del curtidor, pues como había tenido sexo, la sangre estaba
alborotada en sus venas, tenía una tremenda potencia de circulación de sangre
por sus venas. Me atrevo a decir que sentí un cosquilleo en mi sexo y en las
palmas de las manos. Cerré los ojos, y creó que sonreí ligeramente, mientras
extendía mis dedos al máximo y dejaba que ese cosquilleo me excitara y la
sangre cubría mi cuerpo. Lambí mis labios, estaba realmente feliz. No obstante,
abrí los ojos y la tremenda, más bien, horrible mirada de Kain estaba sobre mí.
Sentí cómo todo aquello se apagó de golpe, como si un costal de arena se
hubiese estrellado contra mi cara. Kain sonrió brevemente y soltó una risilla.
Luego se volvió al curtidor. Yo me sentí frío, tanto que pude percibir el
viento que se colaba en las hendiduras de la casucha.
--¿Listo?—preguntó
Kain con precipitación
--Sí,
sí…bueno, sí, ya está.---le respondió el curtidor con miedo, quien se puso de
pie y sin dejar de hacer nudos con la cinta de medir le dijo a Kain que todo
estaría listo en una semana.
--¿En una
semana? ¿Te pusiste de acuerdo con el sastre?
--No señor,
no, de hecho el sastre y yo, nos odiamos. Él se cree muy correcto. Pero sabe
una cosa, esa linda joven que contrató para ayudarle no es otra cosa que el
deleite de la juventud ajena que la vejez le ruega.
Yo deseo a
esa joven, y ese judas no me permite verla, ni acercármele.
--¿Judas?—quiso
saber Zephon, a quien Kain miró para devorarlo vivo
--Sí, ¿qué
no han escuchado? Dicen que vendió a su padre a unos vampiros para que le dejen
vivo.
--Es todo,
gracias mi amigo. Muy bien, lo esperare para la próxima semana. —terminó de
golpe Kain.
--¿Usted
conoce a esos vampiros?—le preguntó el curtidor
--No, no,
no, no los conozco. Si no has terminado tu trabajo para la próxima semana...sé
dónde encontrarte. —agregó Kain con voz baja, pero con un toque diabólico.
Seguimos a
Kain. No dijo nada, simplemente salió de esa plaza, supusimos que regresaría al
Santuario de los Clanes. Caminaba con naturalidad, algo presto, y a la vez iba
grabando su presencia. No se trataba de cualquier presencia, era un peso
tremendo, pero con racionalidad. Su caminar tenía un buen porque, cosa que
estaba seguro de que con el tiempo, o tal vez a mi curiosidad, se descubriría.
Rahab se
atrasó un poco, no dejaba de ver la casa del sastre, donde la joven lo había
engatusado, empero, hay que quitarle ese significo a engatusar, el significado
no es siempre la palabra a la que se refiere.
Sentí algo
de coraje, o me temo que eran celos. Detesto afirmar que eran celos, pues
claramente vi cómo la joven accedió más a su mirada que a la mía. Sin embargo,
no me dejaría derrotar así, y digo no dejarme porque ya sé que soy para mí un
buen partido. No le tengo miedo a Rahab ni al rechazo de la joven. No, no estoy
alardeando, me refiero a que mi único obstáculo soy yo mismo. No me interesaba
Rahab en lo absoluto, a penas y nos veíamos… ¿Será posible que si me encuentro
muerto, sea capaz de sentir atracción por una joven? ¿Qué eso no le pertenece a
los vivos? No entiendo, tal vez estamos vivos como los demás. Esto me confunde.
--Por
cierto, para ustedes no soy Kain, soy Lord Kain—ordenó.